Por: Hugo Pérez White
El amor maternal es una experiencia única e indescriptible que llevamos grabado en nuestros corazones a sangre y fuego y nos insta a reflexionar sobre el tema a pesar de ser una enorme carga emocional que cada ser humano lleva consigo como consecuencia de la impetuosidad del mundo actual, que no nos deja un momento para amar y menos aún unos instantes para recordar con cariño a los seres queridos que se han ido de nuestro lado y darle un espacio grande e infinito al amor maternal.-
No conocí a mi madre y no recuerdo haber sentido los latidos de su corazón en mi cuerpo cuando me acurrucaba entre sus brazos.-
Mi madre falleció alejada de su ciudad natal y tampoco pudo darle a su hijo el calor de su pecho y el abrazo de su corazón de adolescente adolorida.-
Qué doloroso tuvo que haber sido para una joven, alejarse de su hijo recién nacido y emprender rumbo a una ciudad tan lejana y de difícil acceso.-
Su viaje fue sin retorno y la muerte la sorprendió súbitamente no pudiendo satisfacer su alegría de madre de volver a tener a su hijo en sus brazos como seguramente eran sus deseos y de toda madre por lo demás.-
Así pasaron los años y crecí añorando el cariño maternal siempre guardando en mi memoria su vago recuerdo, con una esperanza que algún día nos íbamos a encontrar en alguna parte, porque, necesitaba saber de ella, oler en el aire su perfume de mujer adolescente que vio truncada su vida tan prematuramente.-
Un día cualquiera emprendí rumbo al extremo sur a buscarla con la triste misión de encontrarme con su espíritu, aunque fuese un breve instante y orar por su alma, para fundir ambos deseos en un solo sentimiento de recogimiento y acercamiento espiritual y con resignación mística recorrí cada metro del camposanto sin resultados positivos en aquel lugar donde suponía que podía estar sepultada.-
A pesar de ello volvió la tranquilidad a mi espíritu al acompañarla en el silencio lúgubre de un camposanto tétrico en su estructura, pero, luminoso en lo anímico.-
Me alejé lentamente del cementerio y dirigí mis pasos cerca del mar para escuchar el ruido de las olas y en un instante de silencio acompañé a las gaviotas que libremente volaban junto al viento que reinaba en ese instante mientras sus frágiles figuras me ayudaron a volver a la realidad.-
El motivo para cumplir el deseo de saludar a mi madre junto a su tumba, fue un acto de reflexión espiritual y el poder enviarle una oración con la esperanza de encontrarnos en algún lugar de este maravilloso e inmenso universo me llenó el alma de un regocijo inconmensurable que no se puede describir con unas frías palabras y esa promesa se va a cumplir porque ésa es la premisa de la vida y será el reencuentro final.-