Smart Cities comienzan a ser una realidad en Chile

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Por: Antonio Moreno / Gerente de Entel Ocean, Unidad Digital de Entel

El pasado 19 de agosto el Consejo Regional Metropolitano de Santiago (CORE), aprobó la creación del primer Centro Integrado de Gestión Regional que comenzará a operar a mediados del 2021 con el objetivo de mejorar la toma de decisiones, la construcción de las políticas públicas, y la entrega de información a la ciudadanía. En palabras simples, un gran avance para que Santiago se transforme en una Big Smart City, donde todos los datos que hoy se analizan de manera independiente (calidad del aire, condiciones climáticas, seguridad, control de tránsito, etc.) pasarán a integrarse en un Big Data donde todas las cosas y fuentes de datos estarán conectadas entre sí en tiempo real. Definitivamente una gran noticia para quienes soñamos con la trascendencia de los datos con un propósito de beneficio a las personas y sobre todo para la ciudadanía, que en este centro podrá encontrar un aliado para enfrentar importantes problemáticas que aquejan a su entorno: movilidad, seguridad, contaminación y salud, entre otros.

La ciudad es una entidad viva, que muta y cambia permanentemente, siendo a veces complejo advertir a tiempo sus transformaciones salvo, claro, cuando la realidad nos golpea de frente con factores sorpresa, como desastres naturales (algo más frecuentes en Chile) o pandemias como COVID-19 que vivimos hoy. Cuando los cambios son lentos, a veces cuesta verlos y cuando son muy rápidos, puede ser difícil reaccionar en la dirección correcta. Para ambos casos, tener datos y trabajar con ellos es esencial a la hora de tomar buenas decisiones. Para esto es básico poder correlacionar las distintas variables que pueden incidir en un determinado fenómeno, como por ejemplo, ¿Cómo planificar la oferta de transporte público en función de la demanda ciudadana en un contexto como el actual? ¿Cuáles son las variables que tienen mayor incidencia en la probabilidad de que ocurra un asalto?

Este tipo de desafíos se hacen más atingentes cuando necesitamos reconfigurar nuestras realidades en forma rápida y drástica, como es el escenario actual. Esto lo hemos podido evidenciar con el uso de datos móviles (anonimizados y agrupados) que nos han permitido entregar información accionable para el proceso de desconfinamiento en nuestro país, en un trabajo colaborativo con el Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería.

Pero las ciudades inteligentes no solo se centran en sus tecnologías y datos, sino en encontrar a partir de ellos soluciones reales e innovadoras a problemáticas particulares y específicas. El nuevo centro aprobado por el CORE ayudará a que esto ocurra y, para ello, necesitará de un grupo humano compuesto por personas capacitadas, expertos en políticas públicas y partners tecnológicos de excelencia, que ayuden a las nuevas autoridades a usar esta gran herramienta de la forma correcta, redundando en una mejora visible en la calidad de vida de las personas de Santiago. El Centro Integrado de Gestión Regional será una excelente plataforma y herramienta para mejorar las decisiones que tomemos, pero hay que ser claros: la tecnología no basta por sí misma.

Para que todo este ecosistema funcione, necesitamos una lógica de cooperación público-privada, que incorpore a la academia, a las empresas y a la ciudadanía en general.

La tecnología es un gran aliado, un habilitante indispensable para trabajar en el desafío de transformar nuestras ciudades en inteligentes e inclusivas. Sin embargo, el cómo abordemos este desafío es lo que marca la diferencia en el impacto que esta iniciativa pueda generar.

En este sentido, alentamos a quienes forman parte de este proyecto a que la colaboración ocupe un lugar central, fomentando que el proceso de transformación se viva desde un comienzo bajo un modelo participativo, de co-creación, que considere una conversación con los distintos actores, dejando a la ciudadanía siempre en un lugar protagónico. El objetivo final que debe perseguir cualquier iniciativa de Smart Cities es generar ciudadanos con una mejor calidad de vida, por ende, ellos son el principio y fin de cualquier diseño de soluciones. No olvidemos que la tecnología está al servicio de las personas y no al revés.

 

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