Por: Moris Beracha
La fragilidad de la mayoría de las pequeñas y medianas empresas (pymes) de la región latinoamericana se mostró al descubierto con la irrupción de la pandemia del Covid-19. Imposibilitadas de maniobrar en un ambiente de paralización total de la economía, en la cual se ha experimentado una fuerte contracción en los índices de producción y consumo, así como restricciones en el comercio y los servicios, las pymes están librando la mayor batalla: la de la subsistencia. Aquella que le permita sobrevivir en un ambiente de total hostilidad económica.
En la mayoría de los casos, las condiciones no son las más aptas para el desempeño de la actividad de las pequeñas y medianas empresas: falta de incentivos fiscales, caída de la demanda, debilidad financiera y desplome del consumo, factores que inciden notablemente en su rentabilidad.
Al respecto, el secretario permanente del Sistema Económico Latinoamericano (SELA), Javier Paulinich, ha resaltado que debido a los efectos colaterales que está dejando a su paso la pandemia, aproximadamente entre 35% y 40% de las pymes de la región tuvieron que cerrar sus puertas entre enero y mayo del presente año. Y lo peor es que los efectos se seguirán sintiendo por un periodo que va desde los 12 a los 16 meses.
Destacó la necesidad de proteger a este segmento productivo, puesto que constituye más de 90% del tejido empresarial y contribuye con 30% del PIB total. De igual forma, el alto funcionario señaló que el SELA está consciente del papel relevante de las pymes en la región y, por este motivo, desde 2010 viene desarrollando un proyecto centrado en las Alianzas Público-Privadas para la Reducción del Riesgo de Desastres; cuyo objetivo es apoyar a las pequeñas y medianas empresas para que desarrollen planes de continuidad operativa y de negocio, y así minimizar las pérdidas al momento cuando se presenten circunstancias adversas.
Es entonces, en momentos de alto impacto financiero, en los cuales las pymes deben plantearse la necesidad de adecuarse a los nuevos tiempos. ¿Cómo? Ejecutando procesos que les permitan sobrevivir al declive económico, anticiparse a las consecuencias y prepararse para asumir un nuevo rumbo.
Aunque la situación pinta un tanto complicada, surgen nuevas oportunidades de adecuarse e iniciar nuevas etapas de transformación de los procesos de producción, así como la redefinición de los objetivos que permitan enfrentar y superar la crisis con buen pie. Readecuarse o desaparecer: he allí el dilema que deben plantearse los líderes de las pequeñas y medianas empresas.