Por: Eliseo Lara Ordenes / Director Pedagogía en Educación Media Universidad Andrés Bello, Concepción.
Con frecuencia decimos que ser profesor o profesora es tener vocación. Pero pocas veces reparamos en qué consiste el sentido de esa vocación. En Chile más del 70% son mujeres y un número similar proviene de los tres quintiles socioeconómicos más bajos. Esos mismos docentes declaran que su motivación principal para ser profesores es el altruismo, y que quieren ayudar a otros a prosperar en sus vidas. Es ahí, justo en esa breve declaración aparece el sentido vocacional de la profesión docente, algo que cuesta visualizar porque no es un atributo propio de las profesiones.
El altruismo en una sociedad individualista como la nuestra, pocas veces es valorado, pero sí muchas exigido. Y eso es también lo que pasa con la valoración docente. Se pide y espera más de lo que como sociedad estamos dispuestos a entregar.
El bienestar docente es, según la UNESCO un elemento central del desarrollo profesional, pero pocas políticas se construyen en dicha dirección, es más, en organismos internacionales como la OCDE ni siquiera se considera a la hora de definir la profesión docente.
Eso nos muestra que tanto lo institucional como lo sociocultural exigen a la persona que ejerce la docencia estándares que pocas veces entregamos en su formación. Si a esto agregamos los datos iniciales, resulta ser más valorable aún el desarrollo que alcanzan nuestros y nuestras profesoras.
Dice Gabriela Mistral que los docentes nacen para ser los jefes naturales de todas las patrias, y como toda jefatura, lamentablemente, tiende hacia el trabajo sacrificado, personal y solitario. Ese es nuestro desafío, en una nueva celebración de nuestro día, queridos y queridas colegas y quienes están próximos a serlo, tengan todos ustedes la claridad que cada uno de sus estudiantes atesorará en su recuerdo la enseñanza de sus palabras y acciones. ¡Feliz día!