Por: Dra. Gabriela Vásquez Leyton, Académica de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales. UNAB sede Viña del Mar
En su discurso frente la Asamblea de las Naciones Unidas en el 2013, Malala Yousafzai, con la frase “Un niño, un maestro, una pluma y un libro, pueden cambiar el mundo”, defiende el derecho a la educación de los infantes y el poder transformador de la misma para la vida de las personas. Al recibir el Premio Nobel de la Paz frente a la Academia Sueca ella enfatiza en que “los líderes deben aprovechar la oportunidad para garantizar una Educación gratuita y de calidad para todos los niños”.
Estas ideas están en plena consonancia con las prioridades de la UNESCO porque establece que la Educación es un derecho humano esencial y la base para consolidar la paz y el desarrollo sostenible. Esta organización proporciona un liderazgo a nivel mundial y regional para reforzar el desarrollo, la resiliencia y la capacidad de los sistemas educativos nacionales al servicio de todos los estudiantes, manteniendo los esfuerzos para responder a los desafíos mundiales actuales mediante un aprendizaje transformador, con un enfoque especial en la igualdad de género.
Por ello, “Reimaginar. Juntos nuestros futuros: Nuevo contrato social para la educación”, el informe elaborado por la UNESCO en su comisión internacional sobre los futuros de la educación, enfatiza en los desafíos y las problemáticas a los que nos enfrentamos diariamente en las salas de clases, puesto que reconoce el poder de esta para provocar un cambio profundo en la sociedad, ya que nos enfrentamos a un doble reto, por una parte, cumplir la promesa de garantizar el derecho a una educación de calidad para todos los niños, jóvenes y adultos y, por otra, aprovechar plenamente el potencial transformador de la educación como vía para un futuro colectivo sostenible. Para ello, enfatiza en la necesidad de un nuevo contrato social para la educación que repare las injusticias, al tiempo que transforme el futuro, valore los derechos humanos y defienda los principios de no discriminación, justicia social, respeto a la vida, dignidad humana y diversidad cultural, además de una ética de cuidado, reciprocidad y solidaridad, reforzando la educación como un proyecto público y un bien común (UNESCO, 2022).
Principios consecuentes con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que busca poner fin a la pobreza y encauzar al mundo en el camino de la paz, la prosperidad y oportunidades para todos en un planeta sano y que en su finalidad 4 establece: “Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos, considerando que la educación es la clave para poder alcanzar otros muchos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), pues cuando las personas pueden acceder a una educación de calidad, no sólo pueden escapar del ciclo de la pobreza sino que también la educación contribuye a reducir las desigualdades y a lograr la igualdad de género, empodera a las personas para que lleven una vida más saludable y sostenible y, además, es fundamental para fomentar la tolerancia entre las personas, contribuyendo a crear sociedades más pacíficas.