Camilo nació y está creciendo en pobreza; conócelo

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Por: Carolina González / Jefa Social Territorial de Hogar de Cristo

Cuando Camilo era más chico no podía articular palabras; se comunicaba con señas. Él apenas lo recuerda, pero alguien lo obligó a consumir drogas cuando apenas tenía cinco años y su sistema neurológico colapsó. “No me gusta el pasado, no pienso en eso”, dice. Hoy está en sexto básico y no tiene idea de qué va a pasar con él en el futuro. “Me da flojera pensarlo”, dice. La pandemia, en cambio,  no le asusta. Le divierte la idea de enfermarse. “Me gusta caleta la idea de morirme; siento que las personas que se mueren se van a un lugar mejor”.

Camilo llegó a una residencia de protección en diciembre de 2019, tras un periplo por distintos hogares para menores en Talca, Illapel, La Serena, Antofagasta, Concepción. No recuerda su primera infancia. “Solo tengo memoria a corto plazo. Estuve mucho tiempo metido en drogas, me hizo muy mal, creo que si no hubiera visto lo zombi que quedó un amigo, nunca hubiera dejado la bulla”.

Para comprender lo que significa “Nacer y crecer en pobreza y vulnerabilidad”, cuatro organizaciones –Unicef, Fundación Colunga, Cideni, Núcleo Milenio y Hogar de Cristo – se unieron hace dos años para investigar las negativas consecuencias de esta realidad que afecta a un millón de niños, niñas y adolescentes en Chile. Buscaron evidencia nacional e internacional, entrevistaron a jóvenes que se criaron en esas condiciones y en un documento con ese título proponen un Piso de Protección Social que impida los efectos nocivos de nacer y crecer en pobreza.

Camilo es uno de ese millón de niños y adolescentes que viven en situación de pobreza en Chile; de los 700 mil que no tienen una cama propia, una mesa para hacer sus tareas, porque el hacinamiento es su paisaje personal; de los 416.622 menores de 10 años que sufren de mal nutrición; de los casi 187 mil que estaban fuera del sistema escolar antes de la pandemia; de los cerca de 220 mil que deben trabajar para subsistir; y de los muchísimos que desarrollaran problemas de salud mental gravísimos a causa de la pobreza.

¿Cuántos niños deambulan por nuestra región condenados a no lograr salir de ese túnel de pobreza por el que transitan? Ahí están. En las calles. Entre las familias comiendo helado. Entre las bolsas de las compras. Se distinguen como un brillo imperfecto de las vitrinas. Porque usan los mismos gorros, las mismas ropas y zapatillas que todos los niños y adolescentes. No adviertes su presencia, hasta que una de ellas se acerca y deja caer un papelito en tu mesa de la gelatería o el patio de comidas: «¿Me ayuda con una moneda?»

Es inaceptable que en nuestro país los derechos de miles de niños, niñas y adolescentes sean vulnerados. En Chile podemos implementar un Piso de Protección Social que les permita un desarrollo pleno en educación, salud, vivienda y otros derechos básicos. Hoy es clave aspirar hacia una universalización de los servicios básicos y asegurar un ingreso mínimo para todos los hogares con niños, niñas y adolescentes, para garantizar que todos tengan las mismas oportunidades de aprendizaje y desarrollo.

Camilo, que hoy tiene 13 años, de repente, afirma: “¿Sabes? Quiero ser veterinario; los animales son ternurita. Merecen que alguien los cuide”.

 

 

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