Por: Moris Beracha
La forma de mover el dinero está cambiando y lo hace a pasos agigantados. En el nuevo orden que se está gestando desde hace ya varios años, el Bitcoin ocupa un lugar privilegiado, pues es más que un medio de intercambio o sistema de pago. Este criptoactivo se ha convertido en un elemento disruptivo: rompe lo establecido dentro del sistema financiero tradicional.
El 31 de octubre de 2008 Satoshi Nakamoto dio a luz al primer Bitcoin y, desde entonces, este activo digital no ha hecho sino fortalecerse y evidenciar el monopolio que sobre la emisión de dinero poseen los gobiernos del mundo.
Y tal como lo señala el portal InfoCoinNet, el Bitcoin propone una forma distinta de administrar el dinero. “El control sobre la emisión monetaria lo tiene la sociedad”, dice.
Las criptomonedas, al no poder ser emitidas a voluntad por ningún ente centralizado, evitan un exceso de liquidez que lleva a una depreciación excesiva de la moneda. Además, el Bitcoin posee un límite fijado de 21 millones de monedas que alguna vez estarán en circulación, cortando de raíz el problema de la sobre emisión monetaria en la que a veces incurren los países.
Sin embargo, a lo largo de estos años el Bitcoin ha ido acumulando detractores, como es el caso de los bancos centrales y organismos multilaterales, entre ellos, el Fondo Monetario internacional, que cuestionan su volatilidad -lo cual simplemente responde a la ley del mercado- y su supuesta falta de transparencia y privacidad.
Ciertamente, las criptomonedas no están emitidas por ninguna autoridad monetaria, por lo que no siguen ninguna regulación ni basan su valor en activos o reservas en los bancos y esto más que ser una debilidad es una fortaleza.
Este activo digital emplea un cifrado criptográfico para garantizar su titularidad y asegurar la integridad de las transacciones, así como para controlar la creación de unidades adicionales, es decir, evitar que alguien pueda hacer copias.
Además, propone una economía directa, creando un instrumento de intercambio entre usuarios, un sistema financiero descentralizado, sin una autoridad de control. Para ello, utiliza la tecnología blockchain, por medio de la cual los datos (cada operación) se distribuyen en nodos o bloques que registran toda la actividad contable.
Esto, no obstante, ha encendido las ‘alarmas’ y es por eso que el la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo y otras instituciones financieras han reaccionado al desafío del Bitcoin y las criptomonedas, bien sea tratando reducir tanto como sea posible su margen de acción, o tomando medidas tendientes a la creación de sus propias monedas digitales
Todo ello en un intento por actualizar el dinero fiat tradicional, incorporando las ventajas que trae consigo la utilización de la tecnología blockchain, pero con el control y vigilancia ejercido sobre el dinero común y corriente.
Ahora, ¿cuál será el resultado de la interacción entre el Bitcoin, las criptomonedas y las monedas virtuales de los bancos centrales? Aún es muy pronto para saberlo, pero lo cierto es que todos estos activos y divisas virtuales no pueden ser detenidas por ninguna persona o ente en específico. Son parte crucial del nuevo orden mundial que se gesta y el cual es mucho más digitalizado, interconectado y descentralizado.
Así que no tiene sentido ‘torpedear´ el Bitcoin y su permanencia en el tiempo: ya son casi 14 años en el mercado y sigue contando. De manera, que convendría aprovechar las ventajas que ofrece el ecosistema cripto en cuanto a agilizar procesos y transacciones en la economía y más sabiendo que este criptoactivo rompe las barreras a través de la libertad financiera.