Por: José Albuccó / académico de la Universidad Católica Silva Henríquez.
Durante el siglo pasado, en muchas regiones del mundo se lograron notables progresos en el control de la mortalidad infantil, mejoras en la alimentación, la atención sanitaria básica y el control de muchas enfermedades infecciosas. Esta composición de elementos dio como resultado un número y proporción cada vez mayor de personas que llegan a etapas avanzadas de la vida. En nuestro país la esperanza de vida Chile alcanza los 80,5 años, la más alta de Latinoamérica, expectativa que se empina, en el caso las mujeres, a los 83 años y a los 79 años en los hombres, según el último informe de la OMS.
Aun así, el índice de Gini, que sintetiza la desigualdad de ingresos, nos evidencia un profundo desafío, ya que se ha mantenido en alrededor de 0,55 durante las últimas décadas en Chile. Es decir, logramos más tiempo de vida, pero en condiciones socio-económicas y culturales aún vulnerables.
Revisando la última Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural 2012, que fue parte de los antecedentes de las actuales políticas culturales del país, las personas mayores son el grupo etario con la menor tasa de participación global en los ámbitos de las expresiones artísticas de la cultura y patrimonio, por debajo del promedio nacional.
Los adultos mayores se ven y sienten excluidos de su derecho al goce de las artes y la cultura, por diversos factores, que pueden incluir aislamiento, costo, dificultades de acceso a los espacios y a la información, y ausencia de actividades adaptadas para ellos.
En 1982, las Naciones se reunieron en la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, en Viena, Austria, para establecer un Plan de Acción Internacional y fomentar la comprensión nacional e internacional de las consecuencias económicas, sociales y culturales que el envejecimiento de la población tiene en el proceso de desarrollo.
Es urgente asumir esta problemática, generando un trato igualitario, y avanzando en la inclusión cultural de los mayores. Necesitamos cambiar nuestros prejuicios que tenemos hacia ellos como personas inválidas social y artísticamente, visibilizando su aporte al desarrollo artístico y memoria del país.
Resulta inexcusable no construir instancias y espacios para la trasmisión intergeneracional de sus conocimientos, saberes y oficios, que forman parte del patrimonio cultural, inmaterial y material de este rincón del mundo. Un rincón con sabios adultos y tesoros humanos que se han desvelado por crear oportunidades, a las cuales hoy pueden acceder las nuevas generaciones.