Por: Luis Pino / académico Escuela de Psicología Universidad de Las Américas
La pandemia del Covid-19 ha evidenciado, una vez más, que los adultos mayores son uno de los grupos más vulnerables en nuestra sociedad. Bajo este contexto, no hay que olvidar el factor socioeconómico como un elemento relevante y, al mismo tiempo, los factores personales de cada adulto mayor, que sin lugar a dudas juegan un rol importante respecto a su propia condición, sumado a que se pueden encontrar en una situación de soledad y/ o abandono.
En un escenario de cuarentena se acentúa la condición de dependencia de los adultos mayores y el requerimiento de asistencia de un tercero, que tradicionalmente y en el mejor de los casos es un familiar, el cual no es un profesional experto en los cuidados para personas de la tercera edad, sino que por lo general actúa de sentido común, desde su propia motivación o se le ha delegado esta labor. Por tanto, además de ayudar en tareas y acciones básicas al adulto mayor, un aspecto central de preocupación recae en el apoyo emocional.
Para el apoyo emocional lo significativo es que el cuidador pueda reconocer que dicho soporte se expresa en diversas acciones o situaciones; lo más probable es que muchas de las acciones que ya realiza se correspondan con el apoyo emocional, por ejemplo: acompañarlo en algún tipo de actividad física, reforzar sus logros de motricidad o incorporar tareas y objetivos (metas simples y claras).
Este sostén también genera implicancias positivas a nivel cognitivo, mejorando el grado de concentración, y disminuyendo el estrés y la ansiedad. También el logro de hacer las tareas cotidianas cumple una función reforzadora de autoestima, motor central para la resistencia de la situación de encierro, y con esto poseer motivación para disminuir la frustración producto de la cuarentena. Bajo este contexto es fundamental incluir ejercicios mnemotécnicos, asociados al ejercicio de memoria o discriminación sensorial, y completar dichas funciones con incorporar a los adultos mayores a la dinámica familiar o del hogar donde se encuentren, empoderando y validando su rol como individuos activos.
En conclusión, el apoyo emocional ideal debe ocurrir en un ambiente familiar, por lo tanto, en una situación de encierro, debemos tener una higiene relacional-vincular para cuidarnos todos (pues los síntomas ansiosos se expresan en cada uno de los miembros de la familia); por esto hay que tener una alta disposición a que el adulto mayor se haga parte de las conversaciones familiares, incluyéndolo en la toma de decisiones y dándole espacio para expresas sus ideas.
Finalmente, se debe desplegar una alta disposición a escuchar sus historias u opiniones, porque esta es una forma de validar y reforzar su autoestima. Esto último se puede complementar con el contacto físico (en la medida de lo posible), ya que también el generar una cercanía con abrazos y caricias, disminuye la sensación de estrés y ansiedad.